Lo que permanece y no permanece. La trascendencia de llenar un vaso.

Pablo Ozcáriz Gil
Universidad Rey Juan Carlos

Fragmento de fondo de cerámica procedente de la ciudad romana de Santacara (Navarra)
Cuando toca trabajar con cerámica, la rutina de sacar y meter el material de las cajas lleva a tratarla como simples objetos fríos, sin vida, que hay que revisar. Pero de vez en cuando viene a la cabeza que esa misma cerámica fue utilizada por personas que vivieron como nosotros hace siglos, con sus problemas, ilusiones, alegrías y tristezas. Esa "impregnación" humana me hace sentir empatía con sus antiguos dueños.


El objeto que se ve en la imagen me hizo revivir esa sensación. Se trata de la base de un cuenco o similar, de cerámica sigillata romana hallada en la antigua ciudad de Cara (Santacara, Navarra) de entre los siglos I-IV después de Cristo. Por el tipo de engobe y la tipología es fácil identificar si la pieza fue fabricada en Hispania, Italia, África o Galia. Su nombre se debe al sello (sigillum) que llevan muchas de las piezas, que permiten conocer el nombre o las iniciales probablemente del alfarero. En este caso la pieza no está completa, no tiene sello ni está decorada en relieve como muchos otros fragmentos de la misma caja. Ni siquiera guarda alguno de los grafitos que busco. 

No, es el desgaste del fondo el que me llamó la atención. Probablemente producido por algún tipo de corrosión. El barniz de la sigillata suele ser de muy buena calidad y en muchos casos ha permanecido unos dos mil años en tan buen estado que se podría reutilizar en la actualidad. Pero en esta ocasión, la diferencia de conservación entre la parte del fondo y el resto se debe a algún líquido que se vertió allí. ¿Qué líquido? ni idea, pero algo corrosivo. Y  pensé en la persona que lo llenó, hace más de mil setecientos años. ¿Habría él imaginado que un acto tan insignificante y rutinario de su vida sería el único de toda ella que iba a fosilizar y el que haría que le recordasen siglos después? Yo suelo pensar sobre eso. En nuestra vida, las grandes decisiones, los grandes acontecimiento acaban pasando sin trascendencia aparente. Y un simple detalle, como llenar un vaso, puede permanecer para siempre. Piénsalo mañana, cuando dejes el tazón de Colacao en la fregadera. Qué paradoja.

Comentarios

  1. Buena reflexión querido amigo. Un abrazo. Mayte V.

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  2. "¿Habría él imaginado que un acto tan insignificante y rutinario de su vida sería el único de toda ella que iba a fosilizar y el que haría que le recordasen siglos después?"

    Yo creo que en esa época pocos fueron conscientes de que su vida y sus actos en un futuro pudieran ser historiados. Cosa muy diferente a la actualidad, donde constantemente hablamos de buenas a primeras de "fenómeno histórico". Es tal nuestro comportamiento que a veces pienso que actuamos de cara a cómo nos ven y cómo nos verán, haciéndonos fotografías maravillosas de nosotros y mostrando, a fin de cuentas, una identidad irreal y artificial. ¡Pobres los historiadores que tengan que interpretar en un futuro quiénes somos en realidad! ¡Dios bendiga la naturalidad de los antiguos!

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