Mi paseo favorito por Roma y las cuatro últimas horas de Eutyceto

Artículo dedicado a mis alumnos de la Universidad de Mayores de la Universidad Rey Juan Carlos

Pablo Ozcáriz Gil
Universidad Rey Juan Carlos


Imagen del sarcófago de Eutyceto, encargado por su madre, Elia Basilice (AE 2001, 347). Fuente: http://edh-www.adw.uni-heidelberg.de/edh/inschrift/HD054436&lang=en

El pasado mes de septiembre se cumplieron 25 años de excavaciones arqueológicas en el Monte Testaccio de Roma, en los que yo he participado en ocho campañas. Por las mañanas  toca trabajar en el monte de las ánforas, limpiando y seleccionando fragmentos de cerámica. Por las tardes, me encanta ir a pasear por Roma. Mi recorrido preferido comienza en el Lungotevere del Aventino hasta el teatro de Marcelo. Desde allí entro en el barrio judío, donde suelo comprar alguna bolsa de galletitas o pruebo alguna de las delicias de los puestos de comida Kosher. Al final del ghetto ebraico se llega a la Piazza Largo Argentina, y me suelo parar a ver los gatos y el lugar en el que fue asesinado Julio César. A continuación, sigo hasta el Panteón. Da igual las veces que lo visite, siempre, siempre, me emociona entrar en este majestuoso templo. Para mi, es el único edificio actual que hace justicia a la grandiosidad que debió tener la antigua Roma, mucho más que las ruinas desnudas del Coliseo. A continuación, o bien visito al San Mateo de Caravaggio y me tomo un café en Sant'Eustacchio, o bien voy hasta Giolitti a tomar un helado. Una tarde, poco antes de llegar a la heladería, me fijé en el escaparate de una sucursal de la Banca Etruria. Tras los cristales, casi al nivel del suelo, se puede ver un pequeño sarcófago romano. Algunas personas echan un vistazo porque es realmente bonito, y porque aprecian que es una obra de museo. Además, pueden intuir algo de la tristeza que transmite: el sarcófago estaba claramente destinado a un niño. Pero no intenten buscar nada escrito sobre él en Google, porque sólo encontrarán una fría ficha de la transcripción de su texto. No es más que un simple sarcófago de los miles que se conservan.



Por la decoración y el tipo de letra se puede datar a comienzos del siglo III d.C. En la decoración de la tapa se pueden ver varios delfines surcando el agua dirigiéndose hacia un tridente situado en el centro. Estos motivos marinos hacen referencia a Poseidón, lo que sugiere que la familia del fallecido quizás tenía algo que ver con el mar: comerciantes, marineros, empresarios, cualquiera que su fortuna o su salud dependiesen de que los barcos llegasen sanos y salvos a su destino. Y un delfín es también un motivo adecuado para un niño. La parte de la caja tiene una decoración llamada "estrigilada", porque imita a los estrígilos, unos instrumentos en forma de "S" que se usaban para eliminar el aceite del cuerpo después de hacer deporte o acudir a las termas. Por algún extraño motivo acabó siendo el elemento decorativo más habitual de los sarcófagos romanos y paleocristianos. La inscipción la dedica su madre, con lo que se sobreentiende que el niño no tenía padre. Y por el nombre del niño -Eutyceto- podemos adivinar que no era una familia de un estatus demasiado elevado aunque, por la calidad del sarcófago, quizás se trataba de libertos enriquecidos gracias a los negocios. En el centro está la inscripción y su lectura es la siguiente:

Detalle de la inscripción del sarcófago. Fotografía del autor.



"A los sagrados dioses Manes. A Eutyceto, hijo dulcísimo, que vivió
dos años, seis meses, 28 días y cuatro horas.
Este sarcófago lo encargó su madre, Elia Basilice"


No es una inscripción excepcional. Todos los elementos que se encuentran en ella se repiten en muchos otros textos funerarios del Imperio romano. Pero hay un dato que hace ver al historiador que estas redacciones no son simples formularios, y que detrás de ellas se encuentran historias reales, auténticos dramas de personas, maridos, mujeres, padres, madres, e hijos que se enfrentaron a la muerte igual que lo hacemos nosotros en la actualidad. Exactamente igual. ¿Y cuál es el dato que permite asegurar que el dolor de esta madre era sincero? Como pueden imaginar, esas cuatro horas. ¿Cómo habría vivido Elia esas cuatro horas? ¿Qué habría pasado por su cabeza? Probablemente fueron las más intensas, tristes y desgarradoras de su vida. Si fueron de agonía, reflejarlas en la inscripción  indicaría que se quiso aferrar a cada minuto, a cada segundo, como si no mencionarlas fuese algo parecido a despreciarlas o a olvidarlas.

Cuando leí la inscripción por primera vez en septiembre de 2013, pensé en qué había hecho yo en las últimas cuatro horas. Fui consciente de que probablemente dentro de varios días no recordaría nada de ellas. Y también me di cuenta de que cuatro horas eran las que me costaba a mi dar ese paseo por Roma. Aunque no tuviese nada que ver, pensé que al recordar a Elia Basilice, a Eutyceto y sus últimas cuatro horas estaba trayendo al presente y creando un vínculo entre personas que, aunque estaban separadas por 1.800 años de distancia, sentían, vivían y amaban a sus hijos de forma parecida. Por cosas como ésta es maravilloso ser historiador y estudiar Historia.

--------------
Si el lector siente curiosidad por alguno de los lugares mencionados en el artículo, aquí van algunos links para saber más:
Teatro de Marcelo
El barrio judío de Roma
El lugar en el que fue asesinado Julio César
Los cuadros de San Mateo de Caravaggio
El café en Sant'Eustacchio (el mejor de Roma)
La heladería Giolitti
Estrígilos
Sarcófagos estrigilados

Comentarios

  1. Me emociona leer tus artículos, y este lo ha logrado con más hondura si cabe, porque son retazos de Historia, con mayúscula, que es la historia con sentimiento, con alma; a fin de cuentas de pasadas historias humanas que, por serlo, enlazan con nuestra propia historia

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias, Alberto. Eso es justo lo que busco al escribirlos, y me alegro de que te gusten.

      Por cierto, aunque ya aparece el link en el texto, se puede ver el escaparate con el sarcófago aquí, en el segundo escaparate del Banco empezando por la izquierda. Se puede intuir, pero no se puede acercar:

      https://www.google.es/maps/@41.901141,12.476885,3a,75y,136.65h,83.12t/data=!3m4!1e1!3m2!1sZo_XeV4LMfe8gLntEXYn-A!2e0!6m1!1e1.

      Eliminar
  2. Si alguien se anima a hacer el mismo recorrido que propongo en el artículo, también podrá ver en el Lungotevere la Boca della Veritá en la iglesia de Santa María in Cosmedin, el arco de Jano donde se ponían los banqueros romanos a hacer negocios, los templos de Hércules y Portunus a la entrada del antiguo puerto, y los restos del foro Boario, el mercado de ganado de la antigua Roma . ¡Disfrutad del paseo!

    ResponderEliminar
  3. Una gran entrada profesor Ozcáriz. Me ha emocionado esa reflexión final acerca de lo genial, divertido e importante que estudiar historia. Nosotros velamos por el pasado en cierta manera, guardamos como centinelas las memorias de aquellos que fueron silenciados por el tiempo. Ha sido una gran entrada, espero con ganas la siguiente.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Muchísimas gracias por su comentario. En cuanto sea validado aparecerá en el blog.

Entradas populares de este blog

Pijus Magnificus, Incontinencia Summa y sus equivalentes romanos

Humor romano

El togado de Pompelo