La Antigüedad como cóctel de culturas: Nicágoras de Atenas.

Para explicar la Historia solemos crear apartados aislados en el espacio y en el tiempo, cada uno de ellos con unas particularidades diferentes. Sin embargo, la realidad es mucho más transversal de lo que parece. 

En frente, la tumba KV9 en la que descansaron Ramsés V y Ramsés VI. A sus pies,  la entrada a la tumba KV62 perteneciente a Tutankhamon.
Los expertos en docencia universitaria dicen que el mayor reto de un buen profesor es explicar lo complejo de forma sencilla. Para ello, los manuales de Historia intentan desarrollar, de forma breve y clara, los hechos y características principales de cada época y lugar. Para eso dividimos la Historia según las civilizaciones surgidas en cada sitio, y según las diferentes épocas en el tiempo. Esta reducción y simplificación es necesaria para entender el desarrollo histórico, para poner orden en el caos.

Pero la realidad del día a día no suele ser así. Las culturas suelen ser mucho más transversales, tanto en el espacio como en el tiempo. La influencia cultural entre los pueblos y la mezcla de culturas es algo tan viejo como el hombre, y no existen las culturas "puras". Quizás el mejor momento en el que se puede apreciar esto sea en el Imperio romano.



En el año 2013 tuve el honor de coordinar un libro que incluía un capítulo del Prof. Moreno Resano, en el que se trata la historia de un personaje llamado Nicágoras de Atenas, el cual me hizo pensar mucho sobre esta cuestión. Nicágoras es conocido por dos inscripciones hechas a mano alzada, a simple vista insignificantes. Habrían pasado desapercibidas pero gracias a la pericia de los arqueólogos se fotografiaron y se han conservado. El texto de ambos grafitos dice lo siguiente:

1.- "En el séptimo consulado de Constantino Augusto y el primero de Constantino César, (yo) el diaduco de los (misterios) eleusinos, Nicágoras, hijo de Minuciano, ateniense, he contemplado las divinas siringas visitándolas"

2.- "(Yo), el diaduco de los santísimos misterios eleusinos, hijo de Minuciano, ateniense, he contemplado las siringas visitándolas mucho tiempo después de (que lo hiciera) el divino Platón, (partiendo) desde Atenas, y he dado las gracias a los dioses y al muy Augustísimo emperador Constantino , que me lo ha sufragado"

Nicágoras era ateniense. No era un personaje cualquiera sino que ostentaba el segundo sacerdocio más importante de los misterios de Eleusis (el de diaduco o daduchos), ocupado por miembros de familias importantes de Atenas. En Eleusis se rendía culto a las diosas Deméter y Perséfone y, como en todos los cultos mistéricos, la gente acudía a ellos para "iniciarse" recibiendo unos conocimientos secretos que les transformaban interiormente.

Las inscripciones de Nicágoras fueron realizadas en Tebas (Egipto) en el año 326 d.C. Como él mismo dice, su objetivo fue conocer las "siringas". La palabra "siringa" significa "galería" o "pasadizo". Para un griego de esta época, las siringas de Tebas eran una serie de subterráneos de aquél lugar en el que los dioses se hacían allí singularmente accesibles a sus devotos, y en los que se podía alcanzar la unión anímica con ellos. Ammiano Marcelino (22, 15, 30) dice que en sus paredes se esculpieron imágenes de pájaros y bestias y un número incontable de animales, que los egipcios llamaban jeroglíficos. Lo que ni Nicágoras ni el resto de griegos de esa época sabían es que esas "siringas"  o "cuevas" eran en realidad las tumbas de los faraones más importantes del Imperio Nuevo egipcio, en el Valle de los Reyes. Las inscripciones de Nicágoras están dentro de la tumba KV9, que albergó a los faraones Ramsés V y Ramsés VI. Es una de las más conocidas, ya que su entrada se encuentra a escasos metros de la de Tutankhamon y fueron los constructores de esta tumba los que taparon la entrada de la del famoso faraón, lo que permitió que no fuese encontrada hasta las excavaciones de Howard Carter.

Nicágoras menciona también que su viaje se produce "mucho tiempo después (de que lo hiciera) el divino Platón". Efectivamente, en el neoplatonismo existía la idea de que el filósofo había viajado a estas siringas para adquirir conocimiento, pero se trata de una historia apócrifa. Finalmente, Nicágoras deja constancia de que el viaje ha sido pagado por el emperador Constantino, 13 años después del Edicto de Milán.

En definitiva, nos encontramos con un griego ateniense que se encuentra en Egipto en época del Imperio romano, en un lugar construido por un faraón del Imperio Nuevo egipcio, que practica un culto mistérico, que está imitando a un filósofo (también pagano) y agradece especialmente a un emperador cristiano, el cual le ha pagado el viaje, cuando ya favorecía claramente al cristianismo. Se encuentran mezcladas inscripciones en griego que utilizan  formas de datar típicamente romanas, entre numerosos jeroglíficos egipcios. Atenas y el Antiguo Egipto. Platón y Constantino el Grande dentro del lugar más íntimo de Ramsés V y Ramsés VI pasando -literalmente- por la tumba de Tutankhamon. Paganismo, religión egipcia, filosofía y cristianismo de la mano. Historia en mayúsculas contenida en unos pobres renglones, grafitos, hechos a mano alzada ¿No les parece suficiente mezcla? La próxima vez que les expliquen la Historia Antigua como una serie de compartimentos estancos en el espacio y el tiempo, acuérdense de Nicágoras de Atenas.

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